México conquista una Copa Oro sin brillo, pero con bálsamo emocional
LOS ÁNGELES — La Selección Mexicana levantó su sexta Copa Oro, una conquista que, aunque carente de trascendencia futbolística, llega como un alivio urgente para un equipo bajo presión. El marcador final, 2-1 sobre una selección alternativa de Estados Unidos, reflejó el dominio claro del Tri, pero también expuso las heridas aún abiertas del fútbol mexicano.
México impuso condiciones de principio a fin: 63% de posesión, 12 tiros de esquina contra ninguno del rival, control absoluto del ritmo y una intensidad emocional que desbordó las gradas del NRG Stadium, donde más de 71 mil aficionados alentaron con el alma.
Sin embargo, el arranque fue amargo. Al minuto 4, Chris Richards cabeceó sin marca alguna, tras una desconexión defensiva entre Edson Álvarez y Johan Vásquez. Pero lejos de caer en desesperación, el equipo reaccionó con convicción y coraje. El empate llegó al 27’, con una volea impecable de Raúl Jiménez, tras un pase filtrado de Marcel Ruiz, figura cerebral del medio campo.

Desde ese momento, México cerró filas y neutralizó por completo a Estados Unidos. Gilberto Mora, la revelación del torneo, volvió a ser clave por su despliegue y precisión. La defensa, liderada por Vásquez y César Montes, mostró solidez. Y aunque el portero Luis Malagón generó dudas, el Tri resistió sin mayores sobresaltos.
El gol de la victoria cayó en el minuto 77, fruto del arma favorita de Javier Aguirre: el balón parado. Johan Vásquez peinó un tiro de esquina, y Edson Álvarez, con un cabezazo lleno de rabia y liberación, selló la remontada. Un tanto tan simbólico como necesario.
En lo táctico, México se vio superior. En lo emocional, mucho más. Esta Copa Oro no cambiará el curso del fútbol nacional, pero sí ofrece una tregua en el camino rumbo al Mundial. Aguirre, criticado por su ambigüedad, supo encontrar un discurso que conectó con sus jugadores en el momento clave. En el vestidor, seguramente, se habló de ganar no sólo por los que están, sino por los que ya no están… y por los que volverán.
Gil Mora, el canterano de Xolos, fue la gran revelación del certamen. Con una asistencia y una madurez inesperada, se consolidó en los partidos clave. Raúl Jiménez, por su parte, demostró que sigue siendo el líder ofensivo del equipo y que su experiencia pesa. Sus goles fueron vitales para la clasificación y la remontada en la final.
La defensa fue el pilar silencioso del campeonato. México sólo encajó tres goles en todo el torneo, y Vásquez junto a Montes ofrecieron seguridad y temple.
Más allá del título, lo que realmente se celebra es la conexión renovada entre la selección y su gente. La Copa Oro sigue siendo un torneo de segundo orden, pero la forma en que se ganó —con intensidad, carácter y superando adversidades— ofreció una dosis de esperanza al aficionado mexicano.
Porque, aunque Javier Aguirre quiera disimularlo, él sabe mejor que nadie lo que significa vencer a Estados Unidos. Como él mismo dijo alguna vez: “Ante estos cabrones, no se puede perder.”